miércoles, 21 de abril de 2010

París II

Nuestro segundo y último día en París comenzó bastante tarde. No pusimos el despertador confiando que, durmiendo en una cama extraña, nos íbamos a despertar pronto pero eran más de las nueve cuando se nos ocurrió mirar la hora. Por suerte, se confirmaron los pronósticos y no parecía que fuera a llover:
 Vista desde nuestra ventana

En resumen, que después de una ducha y planificar un poco el día (que ya nos vale, no haberlo hecho con más previsión) nos encontramos desayunando a las 11 de la mañana en una cafetería al lado del hotel.
Nuestro primer destino y cumpliendo un deseo (capricho) mío, fue ver la estatua de la Libertad. Tomamos el tranvía que pasa justo delante del hotel  con la idea de ir hasta el final de la línea que acaba justo en el Sena y, desde allí, dar un paseo hasta la estatua. El tranvía nos llevó hacia una zona apartadísima de todos los sitios turísticos de París que quedaba algo alejada de nuestro destino, lo que nos obligó a andar un buen rato.

 Aun así, la caminata nos permitió descubrir una zona tranquila, con edificios de pisos inmensos y sin valor histórico pero con cuidados jardines y poco tráfico. Sin duda, si alguna vez vuelvo a París no repetiré la visita pero me gustó pasar por ahí.

    
Me ha sorprendido que poca gente sepa que hay una estatua de la Libertad en París y que la que todos conocemos de Nueva York fue un regalo del pueblo francés. Lo que yo no sabía eran los detalles del regalo así que qué mejor excusa para buscarlo en Google. Efectivamente, Francia regaló la escultura en conmemoración del centenario de la independencia de Estados Unidos. La estatua es diseño del escultor Frederic Auguste Bartholdi y Gustave Eiffel fue el arquitecto encargado de diseñar la estructura que la sostiene. Después se desmontó y las piezas se enviaron en barco a Nueva York. Más tarde, y para conmemorar el bicentenario de la Revolución Francesa, los americanos regalaron una versión reducida de su estatua. Aunque en un principio la Libertad francesa miraba hacia el centro de París, cambiaron su ubicación y ahora las dos hermanas se miran mutuamente. Por cierto, el nombre original es "La libertad iluminando al pueblo".

Cumplido mi deseo, nos fuimos hacia Le Marais. Después de ver una exposición de figuras de madera que encontramos por el camino, descansamos sentados en un banco de la Place des Vosges, entre turistas y parisinos que disfrutaban del maravilloso día que estaba haciendo.

Después de comer, no demasiado bien y bien caro, en pleno centro de Le Marais, estuvimos callejeando durante un buen rato entre las mil tiendas de toda clase que hay por todo el barrio*. Vimos otra exposición, esta vez de fotografía, e hice una comprita para mi nueva afición al punto de cruz en una tienda de labores que seguro que vuelo a visitar en mi próximo viaje.

Agotados, llegamos hasta el Pompidou, donde nuevamente aprovechamos los bancos del estanque para descansar otro ratito y zamparme una crêpe de azucar como merienda.


Nuestro siguiente destino fue el Louvre pero como blogger hace el tonto y no me deja subir algunas fotos, dejaré un mini post para otro día. ¿os parece? 

* Cristina, entramos en Muji (que también nos vale, que la tenemos en Barcelona!!) y pude ver que tenían un montón de tus tazas de té!! Te prometo que tuve una en las manos para comprartela pero entre que no sabía como hacertela llegar y, lo que es más importante, si iba llegar sana y salva hasta aquí, desistí de la idea. pero me quedé con las ganas. 

1 comentario:

Cristina dijo...

Ay, Mar, no te preocupes, ya sólo el detalle de que lo pensaras y lo hayas escrito vale por un millón de tazas. De verdad, me ha hecho más ilusión que cualquier taza del mundo. Muchas, muchas gracias.

¡Qué suerte que pudiérais ver la Estatua por delante! (quizá te acuerdes de que nosotros nos dimos una buena caminata parra sólo verla por detrás y desistimos de seguir andando para verla en condiciones).

Muy interesante crónica. Sigo impresionada por lo mucho que os cundió.

Muy, muy feliz Sant Jordi hoy :)