Felicidades abuela, allá donde estés.
Hoy sería tu cumpleaños y cualquier regalo que te hubiese hecho te habría encantado. No he conocido una persona más agradecida, era facílisimo ir a comprarte los regalos de cumpleaños y reyes porqué contigo siempre acertábamos. Te gustaban todos.
Una vez, no recuerdo si todavía era estudiante o hacía poco que había comenzado a trabajar, la cuestión es que no tenía dinero, te regalé un saquito de tela con hierbas en su interior y lo guardaste durante años. Ahora lo tengo en mi casa, colgado de la puerta de mi armario. Cuando lo veo, me acuerdo de ti.
Otra día, fui a un restaurante chino y me dieron un llavero de madera en forma de pez. Te pareció ideal porqué decías que era planito y te cabía en el monedero. No sé qué pasó con aquel pez.
Me gustaba jugar a cartas contigo aunque no creo haber jugado mucho en los últimos años. Ahora, cada vez que lo hago, me acuerdo de ti.
En verano usabas abanico y uno de los que más te duró fue uno de plástico de color fucsia que me dieron con la revista cosmopolitan pero que decías que iba muy bien. Este no te lo dejábamos sacar de casa porqué era horrible y sé seguro que lo tiramos a la basura.
Me encantaba hacerte de chófer cuando mi madre te acompañaba al médico.
En el despacho tengo tu paraguas plegable.
Ahora tienes 2 bisnietas y 2 bisnietos. Nos enteramos de que iba a nacer la primera unos meses después de tu muerte así que por un añito de nada no pudiste llegar a ser bisabuela. La mayor y el pequeño son un par de gordinflones y el segundo y la tercera parecen niños de la postguerra de lo flacos que están. ¡Si vieras al niño! Tiene los ojos azules del abuelo y es rubio como él. Y le apasiona todo lo relacionado con los tractores y los animales de granja. A veces da miedo y todo lo que se parecen.
Tu mejor amiga todavía vive en la residencia de ancianos. No reconoce a nadie la mayor parte del tiempo y no la he visto desde hace años.
Estuviste un montón de años diciendo que tenías 72 cuando alguien preguntaba por tu edad así que en el recordatorio del entierro decidimos no poner tu fecha de nacimiento, para que nadie supiera los años que realmente tenías. Seguro que apruebas nuestra decisión.
De hecho, nunca supiste con exactitud tu fecha de nacimiento y aunque recuerdo perfectamente la tarde que la estuvimos calculando teniendo en cuenta el año de tu boda y el año en que nació mi madre, sólo conseguimos aproximarnos.
Siempre te decíamos que llegarías a los 100 y tú te lo creías. En cada chequeo el médico te decía que estabas perfecta.
Como el abuelo estuvo en la cárcel y en un campo de concentración durante la guerra, pedimos la indemnización que daba la Generalitat. Nos dijeron que no la concedían porqué estuvo preso durante los años de la guerra, pero no se le podía considerar víctima del franquismo. Tres o cuatro meses después de tu muerte, llegó una carta certificada a tu nombre y resultó que habían cambiado de criterio y te pagaron 900 euros. Casi estuvimos a punto de no poder cobrarlos porqué tu cuenta ya estaba cancelada pero como me habías apoderado para presentar la documentación, el banco dijo que era suficiente y me pagó. Mi madre me regaló el dinero y lo utilicé para pagar el primer recibo de mi hipoteca. Tu también me lo habrías regalado.
Ahora los fines de semana hemos vuelto a vivir en tu casa del pueblo. Falta mucho por arreglar pero no importa. Tampoco pudiste llegar a conocer a mi chico y seguro que te encantaría. Él fue el que nos animó con todo esto de la casa. Ocupamos la habitación que yo tenía cuando era pequeña, la más grande y con vistas a la montaña y a la ermita. Cuando acaben las obras, la pintaré en color malva o lila, tu preferido. Mis padres ocupan la vuestra. Tu y el abuelo estaríais muy contentos de vernos otra vez allí.
Esta primavera pasada cayó una roca encima de la ermita y han tenido que rehacer todo el ábside porqué se habia separado de la nave. Un día me acerqué para ver cómo iban las obras y vi que los albañiles habían tirado unos cascotes al contenedor. Resultó que eran fragmentos de las pinturas que había en el interior de la ermita y que también se habían dañado. Cogimos todos los que pudimos y ahora los tenemos en casa.
Tu receta de caracoles tiene éxito en todas partes y a mi padre ya nadie le hace calcetines de lana para el invierno. Mi madre todavía conserva un huevo de cristal que utilizabas para zurcir los calcetines rotos.
A mi ya sólo me peinan cuando voy a la peluquería, pero nadie lo hace con la paciencia con la que tú lo hacías.
Cuando te quedabas sola en casa te decíamos que no abrieras la puerta a nadie.
Recuerdo la tarde antes del día que te pusiste enferma. Era un domingo, el 2 o 3 de enero, y yo había ido al teatro con unos amigos y mis padres fueron a comprar mis regalos de reyes, así que cuando vino tu sobrino, no contestaste al timbre.
Resultó que venía para traerte un libro que había escrito sobre tu familia y que le habían publicado. Había fotos de tus padres y hermanos y salía el caserón inmenso de tus padres que ahora se ha convertido en un bloque de apartamentos y en el que yo he estado sólo una vez. Siempre he pensado que si yo me hubiera quedado en casa contigo, yo sí habría abierto y hubieses podido recibir el libro.
Aquel año recibí como regalo una manta de sofá y un albornoz. La manta ya no la tengo pero el albornoz está nuevo porqué casi no lo uso. Siempre que lo veo, me acuerdo de ti y de como lloraba abriendo los regalos pensando que lo que de verdad quería es que los médicos se hubiesen equivocado y te recuperaras. Recuerdo la tarde del 5 de enero, en la habitación del hospital, miraba la gente pasar con regalos y yo rezaba para que, al menos, aguantaras hasta el día 7 y no relacionar tu muerte con la fiesta de reyes. Al final me hiciste caso y aguantaste dos días más.
Mi madre comenzó a hacer cosas que hacías tú y que mientras tú estabas con vida no hacía. Le robaron el monedero y como llevaba dentro tu último carnet de identidad, lo hemos perdido para siempre.
Me gustaba acompañarte a misa los domingos aunque lo hiciera pocas veces.
Yo sigo llevando el mismo coche, he cambiado dos veces de trabajo, me compré un piso y vivo con mi novio desde hace casi 3 años.
Sentías devoción por mi, todo lo que yo hacía te parecía bien y siempre me decías que a ninguna de las chicas que veías por la calle le quedaba tan bien la minifalda como a mí. Nunca más me he sentido la persona preferida de nadie, como me hacías sentir tú. Un día se lo dije a mi chico y se enfadó, porqué él también me quiere muchísimo y sé que os habriais gustado.
Hoy tendrías ... años.
De hecho, nunca supiste con exactitud tu fecha de nacimiento y aunque recuerdo perfectamente la tarde que la estuvimos calculando teniendo en cuenta el año de tu boda y el año en que nació mi madre, sólo conseguimos aproximarnos.
Siempre te decíamos que llegarías a los 100 y tú te lo creías. En cada chequeo el médico te decía que estabas perfecta.
Como el abuelo estuvo en la cárcel y en un campo de concentración durante la guerra, pedimos la indemnización que daba la Generalitat. Nos dijeron que no la concedían porqué estuvo preso durante los años de la guerra, pero no se le podía considerar víctima del franquismo. Tres o cuatro meses después de tu muerte, llegó una carta certificada a tu nombre y resultó que habían cambiado de criterio y te pagaron 900 euros. Casi estuvimos a punto de no poder cobrarlos porqué tu cuenta ya estaba cancelada pero como me habías apoderado para presentar la documentación, el banco dijo que era suficiente y me pagó. Mi madre me regaló el dinero y lo utilicé para pagar el primer recibo de mi hipoteca. Tu también me lo habrías regalado.
Ahora los fines de semana hemos vuelto a vivir en tu casa del pueblo. Falta mucho por arreglar pero no importa. Tampoco pudiste llegar a conocer a mi chico y seguro que te encantaría. Él fue el que nos animó con todo esto de la casa. Ocupamos la habitación que yo tenía cuando era pequeña, la más grande y con vistas a la montaña y a la ermita. Cuando acaben las obras, la pintaré en color malva o lila, tu preferido. Mis padres ocupan la vuestra. Tu y el abuelo estaríais muy contentos de vernos otra vez allí.
Esta primavera pasada cayó una roca encima de la ermita y han tenido que rehacer todo el ábside porqué se habia separado de la nave. Un día me acerqué para ver cómo iban las obras y vi que los albañiles habían tirado unos cascotes al contenedor. Resultó que eran fragmentos de las pinturas que había en el interior de la ermita y que también se habían dañado. Cogimos todos los que pudimos y ahora los tenemos en casa.
Tu receta de caracoles tiene éxito en todas partes y a mi padre ya nadie le hace calcetines de lana para el invierno. Mi madre todavía conserva un huevo de cristal que utilizabas para zurcir los calcetines rotos.
A mi ya sólo me peinan cuando voy a la peluquería, pero nadie lo hace con la paciencia con la que tú lo hacías.
Cuando te quedabas sola en casa te decíamos que no abrieras la puerta a nadie.
Recuerdo la tarde antes del día que te pusiste enferma. Era un domingo, el 2 o 3 de enero, y yo había ido al teatro con unos amigos y mis padres fueron a comprar mis regalos de reyes, así que cuando vino tu sobrino, no contestaste al timbre.
Resultó que venía para traerte un libro que había escrito sobre tu familia y que le habían publicado. Había fotos de tus padres y hermanos y salía el caserón inmenso de tus padres que ahora se ha convertido en un bloque de apartamentos y en el que yo he estado sólo una vez. Siempre he pensado que si yo me hubiera quedado en casa contigo, yo sí habría abierto y hubieses podido recibir el libro.
Aquel año recibí como regalo una manta de sofá y un albornoz. La manta ya no la tengo pero el albornoz está nuevo porqué casi no lo uso. Siempre que lo veo, me acuerdo de ti y de como lloraba abriendo los regalos pensando que lo que de verdad quería es que los médicos se hubiesen equivocado y te recuperaras. Recuerdo la tarde del 5 de enero, en la habitación del hospital, miraba la gente pasar con regalos y yo rezaba para que, al menos, aguantaras hasta el día 7 y no relacionar tu muerte con la fiesta de reyes. Al final me hiciste caso y aguantaste dos días más.
Mi madre comenzó a hacer cosas que hacías tú y que mientras tú estabas con vida no hacía. Le robaron el monedero y como llevaba dentro tu último carnet de identidad, lo hemos perdido para siempre.
Me gustaba acompañarte a misa los domingos aunque lo hiciera pocas veces.
Yo sigo llevando el mismo coche, he cambiado dos veces de trabajo, me compré un piso y vivo con mi novio desde hace casi 3 años.
Sentías devoción por mi, todo lo que yo hacía te parecía bien y siempre me decías que a ninguna de las chicas que veías por la calle le quedaba tan bien la minifalda como a mí. Nunca más me he sentido la persona preferida de nadie, como me hacías sentir tú. Un día se lo dije a mi chico y se enfadó, porqué él también me quiere muchísimo y sé que os habriais gustado.
Hoy tendrías ... años.
4 comentarios:
No te haces idea de lo preciosa que me ha parecido esta entrada. Me ha gustado muchísimo (mucho énfasis en el muchísimo). No exagero si te digo que es una de las entradas de blog más bonitas que he leído nunca. En serio.
A tu abuela le habría encantado, seguro.
Marta, me ha emocionado mucho tu entrada,escribes muy bien,has descrito lo que es querer a una persona y no olvidarla.
Qué bonito...Me he emocionado, y me veo llorando, acordándome también de mi abuela. Ha sido una entrada preciosa.
waauu me hizo lagrimar tu post!! todos tenemos una abuela consentidora de igual forma no imagino el dia que una de las 2 me haga falta.. estoy segura que donde esté tu abue debe estar muy orgullosa de ti un abrazo!
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