Este año 2011 mi lista de propósitos se reducía a una sola cosa:
- Volver a la natación.
Desde que cerraron por obras la piscina a la que yo solía acudir, y a la espera de su reapertura, no había vuelto a meterme en una piscina (cubierta y con finalidades deportivas, se entiende). Al cabo de unos meses, alguien me dijo que el estado del recinto era tan malo que habían decidido no arreglarla y se cerraba definitivamente. La verdad es que todavía no han hecho nada y el edificio sigue cerrado a cal y canto. En ese momento tuve que buscar otra piscina, consulté horarios y precios en algunas; también en los gimnasios que disponen de la instalación y que rápidamente descarté por su precio excesivo, hasta que al final me decidí por una: precisamente la que está a 10 minutos de mi casa.
Todo el proceso de elección de la nueva piscina me ha llevado unos 4 o 5 años. Y sí, he dicho años, no semanas ni meses, años.
Un regalo de reyes (mejor dicho autoregalo) fue una de aquellas toallas que se han puesto de moda, y que cuando yo nadaba en mi época anterior todavía no se habían popularizado, que son de microfibra, es decir, como la bayeta de la cocina.
Y este sábado pasado fue el gran momento:
Yo sola me enfrenté al nuevo espacio (que da para varias entradas, sobre todo la de la zona común a la salida de las duchas, no digo más!!) y al hecho de ser la persona en peor forma del mundo.
Y salí victoriosa!!, al cabo de un cuarto de hora de haberme puesto en el agua y después de 16 piscinas sin parar a descansar ni una sola vez y todos los largos en estido crol.
Recuerdo que en mi primera etapa de nadadora fui con una amiga que ya acudía regularmente, hice 14 piscinas alternando crol y espalda y me paré a descansar cada dos o tres largos. Al final llegué a hacer 50 piscinas y ésta es ahora mi nueva meta.
Continuará ...